Díjome una sabia amiga mía que con el exilio uno empieza a experimentar un insoportable sentimiento de añoranza que jamás nos abandona. Según la autora de tan claro y revelador concepto, extrañar pasa a formar parte de la existencia cotidiana, convive con uno en el café de la mañana o en la sobremesa de la noche.
Sentimiento molesto, eterno, pero soportable a base de entrenamiento mental y con la ayuda del paso del tiempo.
Una incómoda contradicción que pasa a integrar un aspecto de nuestra personalidad hasta ese momento oculto.
Y si bien está presente en todos los momentos del día, se manifiesta en insólitas e inesperadas ocasiones, como cuando no encontramos zapallitos en una verdulería o nos preguntamos que carajo estará haciendo alguna persona al otro lado del mundo.
Nada. Seguramente no estará haciendo nada diferente del día en que la despedimos.
Andará existiendo por ahí igual que hace cinco años.
Pero no importa, la nostalgia también tiene efectos psicodélicos en nuestro ánimo y sabe propagarse de manera tal que nos impulsa a imaginar que de estar ahí, seguramente estaríamos compartiendo con esa persona una tarde cargada de emociones y aventuras.
O no, quizás una pava caliente, un poco de yerba y unos cuantos comentarios menores sobre algún eventual suceso urbano sea lo máximo que podamos obtener de esos encuentros.
Es probable,
pero la puta madre como se extrañan!.
martes, marzo 14, 2006
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si
ResponderBorrarEs un sentimiento muy común, lo mejor es tratar de contenerlo con algo que altere los sentidos. Yo lo sigo intentando. Se los extraña mucho.
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