miércoles, junio 21, 2006

Dolores de pie



Reconozco que no existe hábito más gratificante en un pueblo tan aburrido como este que levantarse un sábado al mediodía y salir a entretener los ojos con los super ofertones de la feria local.
Revolver la ropa tirada que ofrecen los gitanos, sacar a los empujones limpios a las viejas insoportables que se amontonan delante de un canasto con ofertas, regatear hasta el hartazgo con los marroquíes que apenas dominan la lengua castellana y asfixiarse con el intenso aroma de la máquina de hacer churros, pueden llegar a convertirse en hábitos tan adictivos como altamente gratificantes.
Como una habitual costumbre adquirida, el pasado sábado volví a despuntar mi secreto vicio. Así, con los ojos lagañosos de rimel y el pelo sucio de un viernes expuesto a los efectos ineludibles del tabaco concentrado en bares de dos metros cuadrados, me levanté como pude y me autoimpuse la trascendente misión de salir a buscar zapatos a buen precio.
Como era de esperarse, esquivé las zapaterías con escaparate y facturadoras que suman I.V.A. y me adentré en el rústico y tradicional circuito comercial del mercado informal, con el único objetivo de ir a por mis zapatos.
Revolví por todos los costados. Me calcé cada de una de las ofertas haciendo uso y abuso de actos tan impúdicos y exhibiocionistas que dejaban a la vista de cualquier transeúnte mis pies completamente desnudos en el medio de la calle (aquellos que me conocen entienden el peso de estas palabras y dimensionan el grado de asco y pudor que esta clase de extremidades me provocan).
Sin embargo, no alcancé el punto máximo de éxtasis de aquella jornada hasta que no di con un puestito de gitanos que vendía un montón de zapatos amontonados, chamuscados y pasados de temporada. Era evidente que aquella mercancía provenía de un contenedor recién robado de quién sabe donde.
Tras remover la mercadería unos minutos pude divisar bajo los efectos narcóticos de la sorpresa y el olor a churro refrito, que el origen de aquel contenedor no tenía otro remitente más cercano a mi corazón que mi viejo barrio de Haedo, a tan sólo unos cuantos metros de mi mundo.
No se puede explicar cuan bizarro se siente uno y sus sensaciones al encontrar zapatos Lady Stork sin caja, pero con la etiquetita de Dolores Barreiro haciendo de cuenta que es su marca de calzado preferida e intentando convencerme que aquí en Europa, también los usaría.
Dudé y dudé. Finalmente me aparté junto con una incipiente melancolía y me compré unas sandalias a tres euros en otro puesto menos latino.
No es que sea una traidora a la patria, pero mi estupidez tiene un límite y no estaba dispuesta a aceptar que aquellos zapatos de mierda y con una confección tan pedorra como para hacer llorar a todos los pies argentinos, sigan costando igual de caros que en las vidrieras de Morón City.

5 comentarios:

  1. Las Lady Stork son todo un ícono. Con un verdadero valor simbólico que nos remite directamente a otro complejo concepto: "hogar".

    ¿Te das cuenta que hay cuenstiones de cuna que no se solucionan? Estamos fritas.

    ResponderBorrar
  2. momento, ¿sandalias lady stork por $12? eso es una ganga, ni una del outlet del zapato sale eso

    ResponderBorrar
  3. Noo. Nada de cuna. Mi mamá no me amamantó con las lady puestas. Y no, las lady no estaban $12, sino mas bien unos 25 euritos.

    ResponderBorrar
  4. Cosas de mujeres, yo no entiendo nada, aguanten las topper

    ResponderBorrar
  5. Anónimo3:26 a. m.

    25 euros las lady?
    pero que? va Dolores a tu casa a probartelas?

    ResponderBorrar