Con un calor agoviante, bastante sequedad en el pecho y demasiada humedad en los ojos me tragué dos horas de cola para demostrar que no llevaba drogas ni armas de combate, que no tengo antecedentes penales y que puedo salir de mi país sin deberle nada al fisco. Luego me subí a un avión con la esperanza de que algún conversador interesante se sentara al lado mío y me entretuviera por las próximos doce horas. Pero sólo me encontré con el típico argentino engreído que "decide pasar las fiestas en Madrid, con amigos" mientras practica ideogramas chinos en un cuadernito comprado en Floresta.
Me aburrí con Los duques de Hassard, con los personajes del año de la revista Gente, con la lasagna de dudosa procedencia, con el reportaje a Distefano, con el paisaje brasileño, con la película de Helen Hunt, con el pollo, con más paisaje brasileño y con el tipo al lado mío que no paraba de hacer ideogramas.
Llegué a mi nueva vida con un flamante Pasaporto y la imperiosa necesidad de ir al baño. Esperé el contendor que traje a modo de valija por más de una hora mientras el personal del aeropuerto decidía si seguir mintiéndole a los pasajeros con la promesa de que tooodo aparecería o finalmente confesarían que ignoraban el destino del equipaje con escala en Santiago.
Finalmente, frente al fantasma de la revuelta popular las valijas aparecieron. La gente igualmente siguió protestando y reclamando dinero por daño moral o simplemente por la necesidad de conseguir euros a cualquier precio.
Yo crucé la puerta que realmente importaba y mi chico me esperaba extrañado, tratando de recordar mi cara.
Luego me llevó a mi nuevo mundo y un gato extremadamente exaltado me recibió sin sospechar que moriría ocho horas más tarde.
miércoles, diciembre 28, 2005
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Hola loca, no te hagas problema por el gato. Andá a saber en qué boludeces desperdició sus otras 6 vidas.
ResponderBorrarMarinovska!
ResponderBorrarbien, te seguiré por aquí si no queda otra. Nunca me queda otra.
Donde quedó mi libertad de elección?
Pobre gatuno, te mandamos uno?