Mujeres Asesinas

Insisto: no soy Carrie, ni la parca o el ángel de la muerte. El padre de julieta pateaba gatos en su juventud hasta hacerlos perder la conciencia. Yo no juzgo esas elecciones de vida, simplemente aclaro que no es mi caso.
El gato me recibió como Maradona en la era pre "Noche del diez", corriendo por todos lados, saltando por las paredes y negando cualquier intento de sometimiento autoritario.
Yo empecé a ponerme nerviosa, el gato comenzaba a invadir mí libertad de expresión y acción. En algún momento creo haber dicho este gato conmigo dura una semana y luego nos fuimos a dormir (nosotros, porque el gato seguía en su estado de exaltación).
No me dormí por culpa del gato y me desperté gracias al gato. Desechando toda esperanza de ordenar la vida del gato, empecé a ordenar la mía. Saqué ropa y también zapatos debidamente guardados en bolsas de supermercado. Luego decidí parar con la mudanza, el gato decidió seguir con su inexplicable muerte.
Eligió la del Norte. Jamás se estranguló ni se asfixió. Simplemente se asustó con alguna de esas dos posibilidades.
Lo vimos hacer movimientos altamente extraños.
Reimos, porque preferimos pensar que era un gato loco y no un gato sufriendo un ataque cardíaco.
Lo vimos morir y no nos dimos cuenta.
Luego se enfrió y junto a él las ganas de seguir remontando el día.
Se lo llevó el contenedor de la basura mientras yo me quedé pensando en culpas, poderes mentales y simbologías.