26 formas de festejar un cumpleaños

Siempre pasé mis cumpleaños (incluso mi nacimiento) festejando el cumpleaños de mi mamá.
Contingencias del impredecible destino, en mi casa cada vez que era 7 de febrero no sólo cobraban las maestras, sino que también se emitían saludos en stereo:
-Feliz cumpleaños Lucía
-Feliz cumpleaños Marina
Incluso los cánticos correspondientes se tornaban un tanto complejos a la hora de entonarlos:
-Que los cumpla MariLucíana, que los cumpla feliz!
Consuelo sanguíneo, mi mamá siempre me hizo creer que nacer en el día de su cumpleaños fue el mejor regalo que pudo tener.
Yo siempre consideré a esta situación un tanto molesta (no por mi sentido de la exclusividad que gracias a mi coherente ego se encuentra poco desarrollado) sino por los invitados a celebrar nuestros ágapes, invitados que seguramente disminuían en cada encuentro su poder económico mientras nosotras y la crisis argentina crecíamos año a año.
Siempre imaginé que la gente elegida para compartir nuestro momento, andaría en esa víspera pateando Avenida de Mayo al pleno calor del irregular cemento de Ramos Mejía y preservando en cada vidriera el siguiente pensamiento:
-bueno, ya a la hija con una remerita la arreglamos y ahora que mierrrrda le compramos a la madre???-
Nuestra única ventaja era nacer a principio de mes y en verano, circunstancias bastante aliviadoras en contraposición a un 27 de julio con frío y sin ofertas a la vista.
Pero volviendo a mi no complejo de exclusividad, quisiera destacar que el problema de vivir compartiendo una fecha con alguien, comienza el día en que se deja de compartir esa fecha.
...
(A esta altura, pareciera que a mi relato le faltan un par de violines entonando la banda de sonido de Love Story).
Como siempre le aconsejo a mi público lector, que no cunda el pánico, que lo mío tampoco es tan dramático y lo cierto es que no es la primera vez que pasamos un cumpleaños separadas.
Pero bueno, sumado a mi habitual depresión del último mes, todo ingrediente es bienvenido para el culebrón vespertino.

Con familia, sin amigos, sin familia, con amigos, con gente que ya ni es mi amiga, con novios, sin novio, borracha, bien sobria, alegre, aburrida, deprimida, ilusionada, triste, en verano, en invierno, en casa, en un boliche, en short, con campera, en la pileta, con sanguches de miga, sin torta,...que se yo, en 26 años he pasado infinita variedad de festejos.
Lo cierto es que a mí los cumpleaños siempre me pegan igual: nunca tengo ganas de hacer nada y me excuso de la situación prometiendo una gran fiesta para más adelante, cosa que jamás sucede porque no soporto ser la protagonista de ningun festejo, entonces dejo que la fecha se filtre inadvertidamente por el calendario, con un diseño lo suficientemente imperceptible como para posibilitar que la mayoría casi ni recuerde esta fecha.
Mejor así. Este año estreno ni nueva edad cuatro horas antes de lo previsto, en la soledad de mi habitáculo, con una barra de chocolate, mi bitácora digital, un capítulo de Seinfield, una estufa al mango y bien bien lejos de toda manifestación de cariño que odio tener pero que quizás a partir de este momento comience a simpatizarme.
Antes que me lo digan ustedes...



Feliz cumpleaños!

Y por cierto:
dedicado a mi madre, que no tiene ni puta idea de qué es un blog, que es internet o que es una videocasetera.