miércoles, febrero 08, 2006

Ejercitando mi cabeza

Hace dos semanas que me tomo la molestia de asistir al gimnasio y ya me siento en condiciones físicas de endurecer la siguiente conclusión: hay movimientos que son universales.

[...]

La escena se repite una y otra vez en cualquier lado del mundo, más o menos exagerada, pero con la misma estructura argumental: un profesor de gimnasia (con todos los clishés propios del profesor de gimnasia, a saber:
-lindo
-musculoso
-dueño de un trasero perfecto
-dueño de un gimnasio
-didáctico
-simpático
-festivo
-carismático
-gustoso de las prendas adherentes a su fibrosa anatomía
-etc
-etc
-etc)
y una docena y media de mujeres hambrientas intentando seguir cada paso de la danza del apareamiento propia de cualquier especie animal.
Y detrás de esa manada, mi habitual mal humor potenciado por el deber de hacer movimientos que no sólo me molestan, sino que sobretodo me disgustan.
Y mientras intento concentrarme entre tanto espamento, debo soportar la ranchera del momento (sí, por acá también arrasó Pasión de Gavilanes) mientras unas cuantas señoras entradas en años improvisan un baile espontáneo que menea sus desorbitados traseros, intentando alcanzar así una inútil gracia y la atención del caballero en cuestión.
Mientras tanto, la parte de mi cuerpo que todavía me responde trata de no perder el único paso que sí debería seguir al mismo tiempo que mi sentido común agrega las siguientes anotaciones mentales:
-Señoras de las cuatro y cinco décadas, nadie pone en duda su(s) belleza(s) pasada(s), dignamente conservada(s) aunque bastante perdida(s).
Pero entiendan que el caballero jamás aceptaría sus insinuaciones. Es más probable que yo, con mi calza agujereada, mi remera sudada y mi cara de taquicardia consiga una cita con ese hombre en menos tiempo de lo que ustedes tardan en maquillar sus arrugas.
Y no se trata de una cuestión de belleza. Es un problema de edad señoras.
Las invito a seguir ejercitando sus abdómenes curtidos por tantos partos y resignarse a aceptar el paso de la vida. -
El profe cambia a un regetton y ahora me dedico a hacer abdominales. Mi cabeza se serena un poco. Ya nadie menea su trasero, excepto el único alumno masculino que no para de demostrar tristeza a través de un combo de chistes malos y miraditas simpáticas que sólo agotan en cada intento su último recurso de conseguir chicas en una clase de aerobic.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario